EL
JUEGO
"En
clase se distrae, solo juega"
Esta es una frase que a menudo se utiliza para
describir la falta de atención, con frecuencia va acompañada
de un tono de desesperación que da para pensar en un malentendido
social que me gustaría intentar deshacer.
Por un lado parece que la frase se podría traducir en "si
está jugando, no puede estar atento", como si se quisiera
decir que es del todo imposible hacer dos cosas a un mismo tiempo, el
hecho es evidente para la mayoría de adultos, pero no tanto para
un niño, quien a menudo puede estar jugando y escuchando, a la
vez, la conversación que mantiene la madre con el hermano, porque
le resulta interesante. Si hacemos caso de esta capacidad de simultaneidad,
la capacidad de atención debería atarse más al
interés o desinterés en lo que se está explicando,
que en las ganas de jugar. Un niño está atento a todo
eso que forma parte de sus intereses, si no escucha una explicación,
no podemos deducir, ni cuestionar su capacidad de atención, sino
más bien leerlo como un síntoma que manifiesta su desinterés
y trabajarlo como tal.
Por otro lado, cualquier maestro podrá confirmar la íntima
relación entre saber jugar y saber aprender, la mayoría
de chicos capaces de seguir un juego con su normativa, de disfrutar
y absorberse en un juego, los que saben ganar y perder, son los que
saben estar atentos a una explicación y los que saben afrontar
las dificultades que en un momento dado puede suponer el aprendizaje.
Quizás debería darse la vuelta a la frase "si no
puede jugar, no puede estar atento", en el sentido que el proceso
de aprendizaje implica en sí mismo, las mismas variables y características
que implica el juego, o mejor dicho la capacidad de jugar.
Desde pequeños los niños utilizan el juego como manera
de hacerse con la realidad, conocerla y transformarla. Todos hemos visto
como jugaban a muñecas, les daban comida o las reñían
utilizando las mismas palabras que habían utilizado en momentos
anteriores los padres o las madres con ellos; en el juego cambian de
posición, gritan como les han gritado a ellos, es una forma de
aceptar las normas, de ceder a su deseo, de aceptar el fracaso de no
salirse con la suya. El juego es el espacio, por excelencia, de aprendizaje
de un niño; con el tiempo, también lo será de relación
con los demás y en él desarrollará todas sus capacidades
intelectuales, verbales, sociales y, evidentemente, de atención.
La problemática la encontramos en esos niños que no escuchan,
pero que tampoco son capaces de concentrarse en un juego, aquellos que
están ausentes, absortos en su mundo, que fantasean y que a menudo
pasan el tiempo de ocio sin hacer nada o mirando pasivamente un televisor
durante horas y horas, viviendo una realidad que no es la suya.
Rosa López Calull
Maestra, Psicoanalista y
Pintora
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